En medio de una creciente ola de descontento popular por el reciente tarifazo de ETECSA, el régimen cubano apostó nuevamente por el simbolismo político y militar como estrategia para frenar la presión social.
Este viernes, el general de Ejército Raúl Castro Ruz reapareció en un acto oficial acompañado por Miguel Díaz-Canel, donde se anunció el ascenso del ministro del Interior, Lázaro Alberto Álvarez Casas, al grado de general de Cuerpo de Ejército.
En la actualidad, tres figuras clave ostentan el grado de general de Cuerpo de Ejército en activo en Cuba, consolidando el núcleo duro del poder militar: Álvaro López Miera, Joaquín Quintas Solá y Roberto Legrá Sotolongo.
López Miera, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), es considerado el principal estratega militar del régimen y uno de los hombres de mayor confianza de Castro.
Joaquín Quintas Solá, con 86 años, continúa como viceministro de las FAR y jefe de la Región Estratégica Central, participando recientemente en maniobras como Meteoro 2025 y el ejercicio Bastión. Roberto Legrá Sotolongo (70), jefe del Estado Mayor General, completa la terna del alto mando del ejército del régimen cubano.
La permanencia activa de estos tres generales refleja no solo la fidelidad al legado castrista, sino también la apuesta del régimen por mantener una estructura de mando basada en la lealtad, la antigüedad y el control férreo de las fuerzas armadas.
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El acto de este viernes, celebrado en ocasión del aniversario 64 del Ministerio del Interior (MININT), no es una coincidencia en el calendario político de la cúpula gobernante. La reaparición del líder histórico de la llamada “revolución cubana” busca revalidar, ante una ciudadanía cada vez más desencantada, la imagen del poder tradicional como garante de la estabilidad.
Pero, más allá de la coreografía militar, el ascenso del ministro encargado de la seguridad y la represión interna es una señal inequívoca (sancionado por Estados Unidos): el régimen refuerza su aparato coercitivo justo cuando crecen las voces críticas, especialmente entre estudiantes universitarios y sectores urbanos afectados por la subida de precios en los servicios de telecomunicaciones.
Un ascenso con mensaje
Según reportó el Noticiero Nacional de Televisión (NTV), el ascenso fue concedido por “los resultados obtenidos por el ministerio del Interior bajo su dirección, el nivel de preparación y disposición combativa alcanzada por sus fuerzas, así como su fidelidad al Partido y al legado del comandante en jefe Fidel Castro Ruz”.
En otras palabras, se premia con galones militares el papel represivo que desempeña el MININT en el control del malestar social, particularmente en momentos en que las protestas y expresiones públicas de desobediencia, aunque focales, han comenzado a reaparecer en la isla.
En la ceremonia, también fueron ascendidos otros oficiales de alto rango, y se leyó una carta de felicitación firmada por el propio Raúl, en la que se reforzó la narrativa beligerante del régimen.
El primer coronel Hugo Morales Karell tomó la palabra en nombre de los ascendidos y reafirmó su lealtad al Partido y a la defensa del “orden interior”.
Morales Karell, segundo jefe de la Dirección General de la Policía Nacional Revolucionaria, es un connotado represor que ha aparecido en la televisión amenazando a los cubanos en momentos de malestar generalizado y protestas espontáneas
Contexto de protestas y malestar social
El telón de fondo de esta movida institucional no puede ser ignorado. Desde que ETECSA anunciara su nuevo esquema de tarifas —que en la práctica encarece aún más el acceso a internet y telefonía móvil— estudiantes universitarios, profesores y ciudadanos en general han manifestado su rechazo en redes sociales y, en algunos casos, en espacios públicos.
En la Universidad de La Habana y otras instituciones educativas del país, se han producido manifestaciones de estudiantes exigiendo la derogación del aumento tarifario.
Este fenómeno, inusual en el contexto cubano, ha despertado la preocupación del aparato político y ha sido seguido de una escalada de vigilancia, citaciones y control por parte del MININT.
El régimen, fiel a su estilo, no responde con rectificaciones, sino con gestos de autoridad. La reaparición de Raúl Castro, cuidadosamente presentada como respaldo a la "continuidad revolucionaria", pretende proyectar fortaleza.
Mientras, el ascenso de Álvarez Casas funciona como un recordatorio de que el poder sigue contando con los instrumentos que ha desarrollado a lo largo de seis décadas de dominio totalitario para neutralizar cualquier conato de rebelión.
La legitimidad en crisis
Aunque el Gobierno se esfuerza en mostrar cohesión y control, la realidad social es cada vez más difícil de contener con símbolos y ascensos militares.
El "prestigio" de Raúl ya no tiene el mismo efecto en una población joven que, en su mayoría, no lo identifica como referente político. Y las medidas de fuerza, lejos de apaciguar los ánimos, pueden convertirse en combustible para una ciudadanía agotada por la crisis económica y la falta de libertades.
El acto de este viernes deja claro que el régimen no está dispuesto a ceder ante el descontento, sino que redobla su apuesta por la represión como forma de control.
Pero, en una Cuba donde la legitimidad se erosiona día a día, el retorno del viejo dictador y la promoción del jefe represor no son más que una señal de debilidad disfrazada de firmeza.
Raúl Castro como recurso simbólico en momentos de crisis
En los últimos años, el régimen cubano ha recurrido de manera sistemática a la figura de Raúl Castro para reforzar la imagen de "continuidad" y estabilidad en momentos de creciente descontento social y crisis económica.
La más reciente reaparición pública del general de Ejército tuvo lugar el pasado 1º de mayo de 2025, durante el desfile por el Día Internacional de los Trabajadores celebrado en la Plaza de la Revolución, en La Habana. Raúl asistió al acto acompañado de Díaz-Canel y otras figuras del alto mando, en una jornada marcada por la escenificación masiva del respaldo al régimen.
Estas reapariciones públicas del general no son fortuitas, sino que responden a una estrategia deliberada para apuntalar la legitimidad del gobierno de Díaz-Canel, cuya popularidad ha ido en declive.
Una de las apariciones más destacadas ocurrió en enero de 2025, cuando Raúl participó en la tradicional Marcha de las Antorchas en La Habana. Su presencia buscaba respaldar a Díaz-Canel en un contexto de escasez de alimentos, apagones y represión, que había generado un creciente descontento social y un éxodo masivo de jóvenes y personas en edad laboral.
Anteriormente, en diciembre de 2024, el general encabezó la llamada "Marcha del Pueblo Combatiente", organizada por el régimen en medio de la grave crisis que afecta al país.
El evento, al que también asistió Díaz-Canel, fue convocado para "condenar la política de bloqueo económico de Estados Unidos y la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo", pero también sirvió como una demostración de fuerza ante el creciente descontento popular.
Estas apariciones públicas del general de Ejército, cuidadosamente orquestadas, buscan proyectar una imagen de unidad y solidez del gobierno cubano en momentos críticos. Sin embargo, para muchos cubanos, su presencia evidencia la necesidad del régimen de recurrir a figuras históricas ante la falta de respaldo popular de los líderes actuales.
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